Reseña: La Chica Salvaje

 ¡Hola! ¿Cómo están? Hoy les traigo la reseña de un libro que me encantó. Se trata de:

Título: La Chica Salvaje (Where The Crawdads Sings)

Autor: Delia Owens

Páginas: 418

 Sinopsis:

En Barkley Cove, un tranquilo pueblo de pescadores, circulan extraños rumores sobre la “chica de la marisma”. Desde los seis años, Kya deambula completamente sola entre canales y cañaverales, apenas cubierta y descalza. Aunque solo asiste un día a la escuela, la marisma y sus criaturas no tienen secretos para ella: la alimentan, la acunan, la protegen, son sus maestros y compañeras de juego. Kya aprende a descifrar los signos de la naturaleza antes de saber leer un libro. Pero su belleza no tarda en florecer: inusual, salvaje y evasiva, enciende el deseo de los muchachos del pueblo. Kya descubre el amor, su dulzura y sus trampas.

Cuando en las marismas aparece el cuerpo sin vida de Chase Andrews, todas las miradas se centran en ella, la misteriosa niña olvidada: los murmullos se convierten inmediatamente en acusaciones, las sospechas en certezas inquebrantables. El juicio, dentro y fuera del tribunal, arrastra la historia hacia su epílogo impredecible y deslumbrante.

La chica salvaje es la novela conmovedora de una infancia marcada por el abandono y de una naturaleza que se revela como una madre, no como una madrastra. Pero también es la historia de un secreto celosamente guardado que cuestiona los límites entre la verdad y la mentira, el bien y el mal.

 

Si hay una historia de la que había escuchado bastante y de la que sentía una gran curiosidad era esta. Y parte de mí no entiende porque no la leí antes.
La historia se sitúa en la década de los 50 y va progresando siguiendo la vida de una chica llamada Kya. Ella vive en la marisma en medio de la naturaleza. Su vida transcurre entre juegos con sus hermanos y madre, hasta que un día su madre cansada de los maltratos de su padre se marcha para no volver. Poco a poco como un efecto dominó el resto también se va dejándola sola con su  padre. Kya convive por unos años en una tensa relación con su padre hasta que un día él toma su barca y no vuelve más dejando a una Kya de 10 años a su suerte.
Kya ante su nueva circunstancia aprende  a vivir por su cuenta y es prácticamente criada por la naturaleza que la rodea. Años más tarde gracias a la ayuda de Tate, un amigo de su más amado hermano Jodie, aprende a leer y escribir. Se adentra entonces en un mundo de conocimientos científico que la ayuda a poner nombre a todas las maravillas que le rodean y clasificar las muestras de insectos, conchas marianas y plumas que ha recolectado toda su vida.
Kya crece aislada siendo el único contacto con otro ser humano el que tiene con Tate, Jumpin’ quien es el que le provee gasolina para su pequeño bote y la esposa de él Mabel. Ellos parecen ser los únicos que se preocupan por ella.
Kya desconfía de las personas pero eso no le impide anhelar su compañía y enamorarse aunque eso le cueste más de lo que desee.
Toda su vida da un giro cuando un crimen se da cerca del pueblo y la única sospechosa es ella. Durante todo el juicio Kya será puesta a prueba y conoceremos que verdades oculta la chica de la marisma.

Debo decir que este libro prácticamente me lo devore. La historia de Kya es muy conmovedora y es imposible que no toque una fibra sensible. Prácticamente abandonada por todos, su familia, el sistema, la gente del pueblo, ella tuvo que aprender a subsistir por su cuenta tomando a la naturaleza de ejemplo ya que para cada comportamiento en el hombre Kya podía encontrar su paralelo en ella.
La descripción de todo el ecosistema de la marisma estuvo espectacular y se nota la pasión de la autora por la naturaleza.
La parte del juicio resultaba un poco tediosa en ciertas partes pero estuvo bien planteada.
Y el final fue perfecto llevándonos a un giro que uno no se espera.
Creo que este es un libro que definitivamente hay que leerlo cuando se tiene la oportunidad.

 

Puntos: 5/5 🌟

 

 

“Pasaron los meses, el invierno se enseñoreó despacio del lugar, como hacen los inviernos en el sur. El sol, cálido como una manta, envolvía los hombros de Kya y la empujaba a adentrarse más en la marisma. A veces oía en la noche sonidos que no conocía o se sobresaltaba si un rayo caía demasiado cerca, pero la tierra la recogía cada vez que tropezaba. Hasta que, por fin, en un momento indeterminado, el dolor de su corazón desapareció como el agua al filtrarse por la arena. Seguía allí, pero en lo más profundo. Kya puso la mano en la tierra húmeda y vital, y la marisma se convirtió en su madre.”

 

“—Nadie llega a llenarse el cerebro del todo. Somos como jirafas que no usan el cuello para llegar a las hojas más altas.”

 

“Sus colecciones maduraron, colocadas de forma metódica por orden, género y especie; por la edad según los huesos, por el tamaño acorde a los milímetros de pluma o por el más delicado tono de verde. La ciencia y el arte se entrelazaban en las características de unos y otros, colores, tonos, especies, la vida tejía una obra maestra llena de conocimiento y belleza que ocupaba cada rincón de su cabaña. Era su mundo. Había crecido sola con todo ello, como el tronco de una viña, y contenía todas las maravillas.  Pero, a medida que crecía su colección, también lo hacía su soledad. En su pecho vivía un dolor tan grande como su corazón. Nada lo calmaba. Ni las gaviotas, ni un espléndido anochecer, ni la más rara de las conchas. Los meses se convirtieron en un año.  La soledad se hizo más grande de lo que podía contener. Ansiaba la voz, la presencia, el tacto de alguien, pero ansiaba aún más protegerse el corazón. Los meses pasaron hasta conformar otro año. Y otro.”

 

“Atrapado en el interior, el amor es una bestia enjaulada, que devora su propia carne. El amor debe ser libre para vagar, para llegar a su costa elegida y respirar.”